jueves, 24 de octubre de 2013

La leyenda del arquero sordo

Hector Cassé tuvo desde chico serios problemas auditivos, pero eso no le impidió dedicarse de lleno al fútbol. El ascenso que logró con Temperley en 1982 quedó en la memoria de propios y ajenos. Un ejemplo de superación.



    Bien puede decirse que fue el Beethoven del fútbol. Hector Jorge Cassé nació el 21 de junio de 1957 en Salliqueló, en la provincia de Buenos Aires.
    Lo que agranda la figura deportiva de este exarquero es que a los pocos meses de vida quedó prácticamente sordo por una otitis que fue mal curada, con apenas el 40% de audición en su oído derecho. Como suele suceder en esos casos, ese problema derivó en un precario manejo del habla. Por eso, su familia decidió mudarse a la Capital Federal para empezar tratamientos que lo ayudaran en su enfermedad. Asistió al Colegio Oral de Buenos Aires, donde aprendió a leer los labios y a ejercitar sus cuerdas vocales, de modo que no dependa únicamente del lenguaje mediante señas. De esta manera se comunicaba con el técnico y los jugadores.
    A pesar de todas esas dificultades, Cassé tenía un sueño, uno muy común en muchos chicos y adolescentes: jugar y dedicarse al fútbol. Hincha de River y admirador de Ubaldo Filliol, arrancó jugando en Jorge Newbery, equipo de su ciudad natal. Pero su primer gran paso lo dio en Gimnasia y Esgrima de la Plata. Allí hizo las inferiores y debutó en Primera División en 1979, de la mano de Antonio Rattín.  Al año siguiente pasó a Temperley, donde casi se puede decir que tocó el cielo con las manos. En 1982, la final del octogonal donde el Celeste y Atlanta luchaban por el ascenso a la Primera División tuvo que definirse desde los doce pasos. Tras no quebrarse la diferencia, llegó el turno de Enrique Hrabina para los bohemios. Pateó a la derecha, al mismo lugar donde Cassé se arrojó. Con su estómago desvió la pelota; y además de coronar un día inmejorable, ya que había convertido también el que le tocó patear, dejó a Temperley al borde del ascenso. En el penal siguiente, su compañero Ricardo Dabrowsky marcó el penal definitivo y consagratorio. Fue 13 a 12. Pero el “Mudo” (así le apodaban cariñosamente) fue quien se ganó todas las palmas, y a partir de ese momento se metió de lleno en los corazones de los hinchas celestes, que vieron nacer a un nuevo héroe. Vistió esa camiseta en 185 oportunidades hasta que se fue en 1986. Después pasó por Quilmes, Douglas Haig, Atlanta, Central Córdoba de Santiago del Estero, Excursionistas, y otros equipos chicos de otras provincias, antes de retirarse definitivamente de la actividad profesional en 1997.
    Siempre feliz y sonriéndole a la vida, el “Mudo” fue el blanco para varias cargadas de sus compañeros y a veces de las hinchadas rivales, pero él lo tomaba con humor. A pesar de su patología, supo ganarse el cariño de muchos. Falleció en noviembre de 2003 a los 46 años a causa de una enfermedad pulmonar, pero la manera de tomar las adversidades a su favor es lo que lo identifica cuando alguien nombra a Hector Jorge Cassé.


Por Luciano Lo Vasco (@Lovalucho)

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